Iván Vélez Cipriano (Cuenca, 1972) es hoy una figura reconocida por su larga defensa de la nación española, la lucha contra la leyenda negra y sus investigaciones asociadas al materialismo filosófico de Gustavo Bueno. Autor de La conquista de México (2019), Nuestro hombre en la CIA. Guerra Fría, antifranquismo y federalismo (2020) y Reconquista. La construcción de España (2022), entre otros, y colaborador habitual en revistas como El Catoblepas o El Basilisco, así como articulista en medios de prensa como La Gaceta, Libertad Digital, ABC, El Mundo, El Debate

Vélez tiene un fiel compromiso con el saber y con su transmisión, y lo demuestra en esta entrevista. España, sus principales problemas, el papel actual del separatismo vasco y catalán o la leyenda negra son sólo algunos de los temas que aquí nos enfoca de una manera tan rigurosa como crítica.

¿Cómo entiende hoy la idea de España?

Como una nación política resultado de la transformación de la nación histórica.

¿Cree que el concepto de nación española (política e histórica) está más amenazado que nunca?

Sin duda. Y ello debido, fundamentalmente, a las amenazas internas, a los secesionismos que ella misma, por su actual estructura, fomenta por diversas vías. Por diversos motivos, incluidos algunos ajenos a la propia nación, el proceso de balcanización parece imparable. Lo cual no quiere decir que hay que desistir de su defensa.

De todos los frentes abiertos que tiene España, ¿cuál considera que es el más grave en la actualidad?

Sin duda los secesionismos internos, alentados por el cortoplacismo de los partidos mayoritarios, siempre dispuestos a ceder con tal de mantenerse en un poder decreciente.

Sin duda el separatismo está marcando la hoja de ruta del gobierno actual y gran parte de la izquierda –o incluso toda– lo ha normalizado y lo comulga sin ponerlo en duda. ¿Qué respuesta le da a ello?

Las razones son muy diversas. Algunas de ellas tienen que ver con pulsiones racistas hoy pudorosamente ocultas. Otras son puramente espurias: egoísmo, negocio. En cualquier caso, el Estado de las Autonomías está diseñado para favorecer la disgregación de la nación española, por dejar la puerta abierta a sus enemigos internos, siempre sobrerrepresentados.

De manera progresiva, ha calado en la sociedad la idea de «diálogo» por parte del gobierno de Pedro Sánchez con los sectores secesionistas e incluso filoetarras. Sin embargo, en su opinión, ¿qué difiere el nacionalismo vasco del nacionalismo catalán actual?

El catalán tiene menos carga de sangre, menos crímenes. Sin embargo, es evidente que el catalán se mira en el vasco en cuestiones como el cupo. Ambos, pues no olvidemos que Arana mamó las doctrinas supremacistas y racialistas en Barcelona, tienen elementos comunes: el odio a España, que no es más que autodesprecio.

Decía Pere Aragonés de manera reciente que la amnistía dejó de ser inconstitucional de la noche a la mañana y que pasará lo mismo con el referéndum. ¿Cree de verdad que el nacionalismo catalán podría conseguir la independencia total de España o que es un episodio más de intento del movimiento separatista que luego fracasa?

Están más cerca que nunca de conseguirlo, pues amplios sectores de la población española, ya sea por sectarismo ya por haberse tragado el camelo ideológico del secesionismo catalán, repleto de falsificaciones y mentiras, no son conscientes de que la secesión es, sencillamente, un robo. Muchos, en su miopía, no comprenden el alcance que tiene el mero hecho de hacer una consulta a parte de los españoles, en este caso los catalanes, sobre la integridad territorial de España.

Su trabajo, bien desde el materialismo filosófico y desde su propia actividad investigadora e historiadora, ha sido desmontar las «ideas confusas» —tal y como diría Spinoza— que han envuelto y contaminado la verdad. Una labor que se ha encontrado en frente con el enemigo de la leyenda negra. ¿Percibe algún patrón entre los tópicos de la leyenda negra y el discurso antiespañol de los separatismos actuales?

El patrón es la falta de criterios a la hora de abordar nuestro pasado imperial. Muchos son los españoles que se abisman ante la palabra imperio, incapaces de comprender qué es y qué tipos de imperios han sido. Existen tópicos como el del supuesto genocidio indígena o todo lo que tiene que ver con la Inquisición. Se trata de cuestiones negrolegendarias que, en cualquier caso, no deben ser combatidas con componentes de la leyenda rosa.

Sánchez ha traído de nuevo a debate la cuestión de la memoria histórica. ¿Cree que esta inclinación del socialismo trata de transmitir un reflejo de la España que la leyenda negra ha tratado de difundir?

Sin duda alguna y, recordando a Quevedo, «bien sé a cuántos contradigo», pero el PSOE, desaparecido durante el franquismo, cultiva la leyenda negra de Franco. Es decir, aplica a ese periodo de tiempo, esa metodología. La mal llamada memoria histórica, y su medida ampliación democrática, paraliza a amplios sectores de nuestra acomplejada, y cada vez más indocumentada, sociedad.

A raíz de la publicación de su última obra Reconquista: La Construcción de España (La Esfera de los Libros, 2022) afirmaba que mientras el nacionalismo catalán ha idealizado un pasado medieval casi ajeno a España, muchos de los trabajos medievalistas pueden servir ahora para demostrar que había una comunión de intereses y de objetivos finales en toda la Península. ¿Cómo cree que la historia del Medievo puede ser espejo para la España del presente?

Como proyecto convergente. Como un proyecto, sobre el trasfondo de un ideal, que unió a los reinos cristianos. Un proceso que sirvió para construir España. Concretamente, la nación histórica sobre la que se asienta la política.

¿Ve posible una «reconquista» del sentimiento unitario nacional en España a pesar de las trifulcas históricas que permanecen en nuestra historia reciente y contemporánea?

Es complicado, porque la sociedad  española está tan fracturada, es tan sectaria, que el propio término «reconquista» sirve para dividir. En cualquier caso, no hemos de desfallecer, pues la alternativa a la unidad, a la pervivencia de España, me parece mucho peor que el mantenimiento de nuestra vieja nación.

Tiene una gran producción de artículos, investigadora, filosófica, escritora y cultural. ¿Cómo piensa que la cultura —en general— debería reaccionar ante problemas como el separatismo, la memoria histórica o incluso la difusión real de la idea de España?

El problema es que eso que llamamos «cultura» es, en el fondo, una industria. Y ya sabemos quién y cómo engrasa esa maquinaria. Creo, no obstante, que se puede hacer mucho trabajo si se acude a las fuentes desprovisto de la mayor cantidad de prejuicios posibles. Con rigor.

A modo personal, ¿en qué trabaja últimamente?

Estoy terminando un libro que saldrá en septiembre u octubre sobre la conquista y pacificación del Perú.

Desde DENAES continúa trabajando por la defensa y cultivo del patriotismo, y la afirmación de España como nación. ¿Cuál es el camino a seguir ahora?

La defensa, como el propio acrónimo indica, de la nación. Al margen de la cuestión secesionista, que es central, la defensa de la lengua española es clave. No hay más que ver con qué saña la persiguen las sectas indigenistas y europeístas que gestionan algunos cacicazgos.

Ante la capacidad diaria de producir fechorías del gobierno socialista, hay quién piensa que los españoles se han resignado. ¿Qué respuesta les daría a estos españoles?

Que no hay que caer en ningún desánimo ni derrotismo, pues nos jugamos mucho. Que, como dice la copla: «el mundo no se ha acabao/y puede dar otra vuelta».

Javier Santos
Portuense y conservador. De familia fuerte y grande. Cristiano, católico, apostólico y romano. Filólogo Hispánico y Estudios Ingleses. Señores, ¡Dios ha convertido en tontería la sabiduría del mundo! (1 Cor 1, 20)