Los olvidados se salvan

Hay una curiosidad enorme en la obra de Luigi Maria Epicoco, La piedra desechada. Cuando los olvidados se salvan (2022). Como conservador, como cristiano, como mero lector —como cada uno se describa, no importa—, la obra transforma. Y lo hace porque denuncia que los focos de nuestra vida no pueden estar fijados en el protagonismo de nuestro yo —como nos pide hoy el mundo—, sino en el reconocimiento de nuestra debilidad y posterior conversión. Atención: aquí tienen un gran milagro. Aquí lo tienen, de verdad.

Cristo «no nos ha prometido el bienestar», afirma Epicoco. Antes bien, nos ha prometido mucho más, y lo hace lejos de lo evidente y de cualquier tipo de triunfalismo. Por ello el italiano no se sirve de los principales y comunes protagonistas. Se sirve de una serie de personajes marginales de la historia bíblica, como la viuda sin nombre de Naín, el siervo de Eliseo, Tobit y Sara, Habacuc, los pastores y también los criados y leprosos, además del centurión y de otros tantos más. Leyendo, podríamos estar ante una especie de oda a la humildad de las segundas filas. Unas segundas filas que, como tú y como yo, necesitan tener un encuentro concreto con Cristo.

Nada que ver con El hombre sin atributos (1930), Epicoco repasa el papel de unos personajes que son fieles a todo aquello que la fe les reserva porque, como él mismo afirma, ­­­«el imperativo de la fe es convertirse». Como cristiano —o sin serlo— «has de saber que estás llamado a esto: a convertirte en Cristo, a manifestar tu singularidad», subraya. Luigi Maria huye de cualquier tipo de moralismo y sabe que «nuestras decisiones deben ser prácticas, no teóricas». Por eso, muestra que cada personaje «olvidado» tiene también un encuentro, una conversión y una salvación. Y ahora —con permiso—… de tú a tú, ¿qué encuentro has tenido con Dios a lo largo de la vida?

Los olvidados son testigos de una esperanza que siempre está presente. No sucede así con los doctos que quieren «entenderlo todo, controlarlo todo y llevar las riendas», señala Epicoco. Aquéllos que presumen de sabiduría se desarman ante el misterio de la Cruz. Por eso San Pablo dice: «¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el maestro? ¿Dónde el estudioso de este mundo? ¡Dios ha convertido en tontería la sabiduría del mundo!» (1 Cor 1, 20).

Desde la sencillez, Epicoco acaba haciendo una llamada a la santidad. Una santidad no de demostraciones ni de apariencias, sino de conversiones reales. Una santidad de hechos concretos. Sencilla. Humilde. Cercana. Pequeña y grande a la vez. Una santidad de hoy para una santidad del mañana. Y sí —tú que vives en la esperanza—, no olvides el milagro: los olvidados se salvan.

Javier Santos
Portuense y conservador. De familia fuerte y grande. Cristiano, católico, apostólico y romano. Filólogo Hispánico y Estudios Ingleses. Señores, ¡Dios ha convertido en tontería la sabiduría del mundo! (1 Cor 1, 20)